La creatividad no consiste en una nueva manera, sino en una nueva visión (Edith Wharton)
Se están acercando las Navidades, esa época en la que las luces iluminan las calles de las ciudades y de muchos pueblos, aparecen los mercadillos que venden figuritas de barro, abetos de plástico o naturales, flores de Pascua, miles de golosinas y chocolate caliente.
Época en la que muchos comercios amplían sus horarios para poder compensar las malas ventas tras un otoño devastador; días de familia, donde hasta la publicidad nos dice que debemos “volver a casa” para darle una alegría a nuestra familia y poder degustar ese “aroma” que nos hace sentir que hemos vuelto al “seno maternal”.
Hace unos meses, un amigo me comentó que tenía miedo que llegaran esos días, que últimamente sentía rechazo por la Navidad y quería que pasara pronto porque siempre había tenido problemas con ella: las comidas o cenas familiares acababan habitualmente convirtiéndose en una pesadilla tras beber unas copas de vino, “las lenguas se soltaban” y se decían y se escuchaban cosas para las que no era el momento, todas las frustraciones del año parecían surgir ahí.