09 Jun LA RESILIENCIA
“No puede impedirse el viento, pero pueden construirse molinos” (Proverbio holandés)
Las personas con una resiliencia elevada tienen una forma de ver, entender y sentir la vida que estimula al sistema inmunitario para que no pierda fuerza antes las adversidades y, de ese modo, enfermen menos o padezcan menos los estragos del estrés. Esto, a su vez, favorece que se enfrenten a cada circunstancia de una forma más constructiva e inteligente.
A veces, una imagen vale más que mil palabras y la imagen de esos pins barraquers en la costa de Mallorca, pinos remodelados para adaptarse a las circunstancias climáticas, a la constancia de los vientos, nos puede acercar a la idea de la resiliencia.
El Instituto Español de la Resiliencia la define como la capacidad de afrontar la adversidad saliendo fortalecido y alcanzando un estado de excelencia profesional y personal. Kobasa y Maddi, a partir de los años 70 hablan de la personalidad resistente (hardiness) y concluyeron en su investigación que las personas con este tipo de personalidad poseían tres características principales en común:
- Compromiso: la persona que se “compromete”, se implica en lo que está haciendo, en las actividades cotidianas focalizándose de una forma coherente con lo que vive, sin distraerse en lo que pueda surgir alrededor.
- Control: las personas resistentes se perciben a sí mismas como protagonistas de sus propias vidas no como víctimas indefensas de las circunstancias o de un devenir ajeno a ellos mismos. Esta característica permite afrontar las diferentes situaciones que se presentan en la vida con esperanza, energía y motivación, ya que la persona resistente siempre piensa que puede hacer algo para mejorar cualquier situación.
- Reto: Las personas resistentes entienden que cualquier circunstancia de la vida, lejos de ser una fuente de peligro, se convierte en una posibilidad maravillosa de crecimiento si son capaces de pasar de la vivencia a la experiencia.
Quizás pueda parecer que este tipo de personas no se estresan o tienen “la sangre de horchata”, pero no es así, simplemente es que han aprendido a ver la vida y sus circunstancias como posibilidades para cambiar y crecer. Ven los cambios necesarios y convenientes y afrontan los retos con esperanza y energía motivadora.
A lo largo de nuestra vida se producen múltiples y variadas situaciones en las que ponemos a prueba nuestra fortaleza física, emocional e intelectual: cambios en la pareja, inestabilidades laborales, cambios de trabajo o de lugar de residencia, potencian la necesidad de salir de la zona de confort, de esa zona ya conocida en la que estamos habituados a vivir, e incluso a “sobrevivir”, creyendo que fuera de esa zona no existe suficiente oxígeno para respirar.
El Coaching potencia nuestra capacidad de resiliencia pues nos ayuda a clarificar la idea que tenemos acerca del “lugar” donde queremos vivir, de la situación en la que nos gustaría encontrarnos. Con esta “visión de futuro” y la conciencia clara de nuestro presente es más fácil que podamos comprometernos de forma responsable con nuestra propia vida y que caminemos con paso firme hacia esa “tierra auto-prometida”, asumiendo todas las situaciones que nos vayamos encontrando como acontecimientos potenciadores.
¿Dónde quieres estar? ¿Cuál es el primer paso que vas a dar para llegar allí?
Javier Álvarez