KAYAK Y PENSAMIENTO DIVERGENTE

Todos los que disfrutáis de la maravillosa experiencia de “navegar” sobre las olas en un kayak entenderéis la fuerte vivencia que estoy experimentando al haber comenzado hace poco tiempo a practicar este deporte.

Cuando te acercas y “caminas” un paisaje cualquiera, un parque natural, unos senderos junto a unos acantilados… percibes la realidad de una determinada manera, de un determinado punto de vista; sin embargo, cuando ese mismo día te subes a un kayak y comienzas a palear y ves ese mismo parque natural, esos mismos acantilados, desde el mar, parece que todo ha cambiado, obviamente  el lugar desde dónde se mira, pero con él, incluso, toda una serie de creencias, valores, fortalezas, emociones… podríamos decir que cambia el paradigma.

Al cambiar el paradigma se consigue tener una perspectiva más amplia y, también, más subjetivamente objetiva  que nos permite tomar decisiones más claras y comprometidas con nuestra propia realidad y acercarnos de una forma más real y satisfactoria al futuro deseado y soñado.

No se trata de menospreciar un punto de vista, sino de ampliar las posibilidades para comprometernos y poder realizar acciones más en consonancia con nuestro propia esencia y nuestro verdadero deseo.

Para ello, sería bueno comenzar dando un primer paso y puede consistir en atreverse, optar y creer en lo nuevo, estudiarlo y hacerlo propio, aprender a relacionarse con las cosas y las situaciones a partir de nuevos modos y maneras, de forma de maravillarnos frente a lo desconocido, de abrirnos a nuevas posibilidades de crecimiento e innovación.

En 1951, J.P. Guilford clasificó el pensamiento productivo en dos tipos: convergente y divergente. El pensamiento divergente consiste en visualizar el problema o la situación desde diferentes perspectivas y es muy utilizado en el coaching y en los procesos creativos.

En muchas situaciones cotidianas utilizamos el pensamiento convergente que favorece la solución de una situación por medio de la lógica y la deducción; sin embargo, en muchas de esas situaciones el pensamiento divergente puede ayudarnos a “abrir campo”.

Un ejemplo clásico, utilizado en algunas entrevistas de trabajo y que plantea un dilema ético y moral, es el siguiente:

Estás conduciendo tu automóvil deportivo de dos plazas en una noche de tormenta terrible. Pasas por una parada de autobús donde se encuentran tres personas esperando:

1. Una anciana enferma a punto de morir.
2. Un viejo amigo que alguna vez te salvó la vida.
3. La mujer de tus sueños, o tu hombre ideal.

¿A quién llevarías en tu automóvil, teniendo en cuenta que sólo tienes sitio para un pasajero?

Piensa muy bien tu respuesta antes de seguir leyendo…

Podrías llevar a la anciana, porque va a morir y por lo tanto deberías salvarla primero; o podrías llevar al amigo, ya que él te salvó la vida y estas en deuda con él. Sin embargo, posiblemente nunca vuelvas a encontrar a la mujer de tus sueños, o tu hombre ideal.

Un aspirante en una entrevista fue contratado, de entre 200 participantes, por su respuesta:

«Le daría las llaves del coche a mi amigo, y le pediría que llevara a la anciana al hospital; mientras tanto, yo me quedaría esperando el autobús con la mujer de mis sueños».

¿Qué solución has dado el planteamiento anterior? ¿Qué te ha aportado la solución ofrecida? ¿Hay otras posibles respuestas?
¿Qué sistemas de creencias, valores,…. rigen tu vida? ¿Cómo será tu vida si amplias las posibilidades, si cambias el paradigma?

Javier Álvarez



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